SEDA consiste en una red vibracional que es afectada mediante el contacto táctil entre cuerpos, sonoridades, secreciones y tensiones plásticas, en una escucha circular que va conectando hebras visibles e invisibles.
Esta dupla indaga en la saliva y otras viscosidades como materialidades para preguntarse sobre el adentro y el afuera, sobre la tensión y la dilatación de los fluidos internos y su tránsito hacia una exterioridad donde explota y se transforma en otra cosa.
En el estudio de esta materialidad observaron los insectos que construyen con sus babas una arquitectura sensible y vibracional. Y así llegamos al plástico, un “mineral” antropogénico, un residuo en el paisaje que da cuenta de nuestra presencia en la Tierra, un material sin límites con el que convivimos incluso hasta dentro de nuestros mismos cuerpos, y que nos permite tensar preguntas acerca del continuo naturaleza-cultura, orgánico-inorgánico.